lunes, 7 de julio de 2014

Fiesta del Jazz -Segundo Día, Segunda Parte

El segundo día de la Fiesta del Jazz, por ser domingo, empezó en punto de las 5:30pm.


Rap sin Formato
La primera agrupación en subir fue Rap sin Formato que, aunque fueron pocos los números que presentaron, fueron el imán que jalaron a la gente que paseaba por el centro a tomar uno de los pocos lugares sentados en la explanada del Instituto Cultural Cabañas

A mitad de su presentación, por dos canciones, Rap sin Formato fue acompañado por el vocalista de Golden Ganga, Adan Núñez.


Diego Maroto Asian Trío

Después de una introducción coloquial y llena de cumplidos, subió el saxofonista mexicano, acompañado de sus dos camaradas. Los tres instrumentistas se colocaron en sus posiciones para comenzar con su número. 


Sin más por decir, empezaron con un set crudo. Maroto llevó la batuta con sus solos que explotaban en notas que parecían inciertas saliendo de su saxofón. 


Las composiciones del mexicano eran como el interior de la mente de alguien a punto de perder la razón: justo cuando parecía haber algo tranquilo en su fraseo, un montón de notas atropellándose entre ellas salían en un breve instante del pabellón.

 
Sus dos cómplices, particularmente interesantes por el hecho de ser mucho más jóvenes que él, no despegaban la mirada Maroto. Jonathan Ho, el contrabajista, recorría el inmenso instrumento como si quisiera memorizar su cuerpo por medio de la punta de sus dedos. Parecía estar hipnotizado bajo las redes del disonante jazz. Con los ojos casi saliéndose de sus cuencas, interpretaba sus solos sin orden ni secuencia. 


Es casi imposible creer que el desorden con la que describo las interpretaciones pueda encontrar su lugar en los compases bien controlados por Benjamin Low. Volteando al público por la impresión y a sus compañeros por la emoción. Como baterista, Benjamin Low transmitía la energía de la música en pedales y baquetas. Con muchos ánimos llevaron al público, que no se rindió, a lo largo de su set instrumental.




Brian Lynch Dúo

Por fin en el festival de jazz sonó el característico y chillón timbre de la trompeta. A través de sus lentes con armazón dorado, Bryan Lynch dirigió su mirada a su pianista y al público y así comenzó. 


Sus melódicas composiciones pusieron en calma al público energetizado por Diego Maroto, haciéndolos seguir el ritmo con los talones de sus pies e intercalar miradas entre el majestuoso piano de cola y la colorida camisa del trompetista. 


Emmet Cohen pulsaba las cuerdas dentro de la caja del piano de cola al mismo tiempo que con la mano derecha lleva las melodías con las teclas. Tocaron una de sus composiciones: Dark Passenger, en la cual el tema tardó un tiempo en aparecer y las notas se estiraban en largas y frágiles cuerdas. 


Las piezas que siguieron combinaron con la alegría del centro de Guadalajara, sus algodones de azúcar, sus artesanías minuciosas y, gracias a la fundación Tónica, el jazz de maestros como Brian Lynch


Con una suave interpretación de Somewhere Over the Rainbow, dieron casi por terminada su presentación variada en intensidad, sólo seguida por una última composición del trompetista.


David Murray & the Infinity Quartet


Presentado por Sara Valenzuela y Diego Maroto, el reconocido y grande David Murray subió acompañado de su equipo: The Infinity Quartet. Con gran destreza y amplio conocimiento de su instrumento, se desenvolvió en el escenario con un solo estructurado y libre a la vez. Seguido por las actuaciones impecables de sus compañeros, tejiendo en conjunto una atmósfera, cual tela de araña, en la que el público entero quedó preso de las notas improvisadas y los cambios de tiempos. 


Definitivamente el nivel de quien tiene ya más de cien álbumes y que camina con pasos mounstrosos en el mundo de la música, se nota. El embone de rompecabezas que hacían los cuatro expertos era hermético. No hubo espacios para caídas de acordes ni mucho menos, el conocimiento de sus instrumentos y de sus compañeros hacían que la improvisación sucediera, que los exprimiera hasta la última gota y que construyeran algo nuevo y gigante enfrente de todos nosotros. 

Screaming Headless Torsos
 
La energía sobrepasaba las barreras que los organizadores pusieron entre el grupo y su gente -ya de pie y empujándose contra ellas-. Screaming Headless Torsos invitaron a todos los asistentes a bailar con su funk rudo.


Desde el primer número el golpe de las notas fue fuerte, deslizándose como una ola contra todos los cercanos y lejanos al escenario. El guitarrista David Fiuczynski no dudó en tocar con fuerza y su
sonido único su guitarra de dos brazos. Los solos no fueron grandiosos, fueron algo fuera de la imaginación de lo que cualquiera hubiera escuchado. 

El extensísimo rango vocal de Freedom Bremner respondía a las virtuosas frases que el amplificador de Fiuczynski expulsaba. Entre bailes, brincos y saludos al público, Freedom recorría las tarimas y cambiaba su cámara de lugar. Su voz iba desde tonalidades graves con tesitura como de un saxofón hasta los sonidos idénticos de aves, pasando por toda la gama de sonidos con elegancia y precisión. 


El bajista, alumno del talentoso Fiuczynski, era el más extravagante en su vestir y además cumplió las expectativas de quienes esperan líneas torcidas y densas de un bajo de funk. Con volumen mucho más alto que un bajo de rock, el instrumento de David Ginyard era imperdible en el transcurso de las canciones. 


Por si fuera poca la increíble voz de Freedom, los coros sonaban junto con teclados y sintetizadores envolventes. La cabellera llena de rastas del tecladista hacían al músico reconocible cuando las luces magentas dejaban ver sólo su sombra delante de ellas. 


Entre canciones Freedom y Fiuczynski se detenían para agradecer al público tapatío: ya loco y más activo que nunca. Mencionaron que era su primera vez en las tierras del tequila y que estaban encantados con el festival y con la respuesta de la gente.


Si ponías atención a cada elemento que conforma el peculiar sonido de SHT, podías escuchar con claridad los bizarros sonidos provenientes de Daniel Sadownick, quien no dejaba de jugar con patitos de hule, sonajas y otros artefactos para captar sus sonidos cotidianos con el micrófono sobre sus timbales. El único miembro de tez blanca no dejó en ningún momento de golpetear con dinamismo la variedad de tambores que lo rodeaban: dándole un toque tropical a los temas de la banda. 


El más nuevo de la banda estaba al centro del acomodo (como suelen estar la mayoría de los bateristas). Tocaba los tambores y platillos con sorpresa en su cara, con emoción en su cuerpo y seguramente explosión en su mente. 


No se despidieron sin antes tocar un cover de Angel, del maestro Jimi Hendrix.


Álbum completo de Fotos


domingo, 6 de julio de 2014

Fiesta del Jazz -Primer Día, Primera Parte

Después de veintisiete minutos de retraso con respecto a la programación anunciada. Después de la aglomeración de decenas y decenas de personas que por diversos juegos del destino terminaron en la explanada del Instituto Cultural Cabañas guiados por su curiosidad para descubrir lo que sería una noche de jazz y algunas de sus ramas.

La velada se dividió en tres presentaciones: todas profundas en su género y con su encanto propio.


Bad Boy Blues Band



Fue la primera banda en tocar el escenario. La agrupación, que llevaba dos meses conformada como tal, contaba de tres músicos: un vocalista, un guitarrista y un contrabajista. 

El vocalista te llevaba a un Nueva Orleans del pasado con su voz grave y rasposa, con el ardor del alcohol dándole el tono destacado del blues. Tocaba al mismo tiempo un artefacto extraño compuesto de una tabla de lavandero que raspaba con sus manos cubiertas de dedales para coser. 

El guitarrista arrastraba con él su tanque de oxígeno al lado de su amplificador. Sus acompañamientos eran comprimidos y hacían, junto con el bajo, que el pecho retumbara. Sus solos eran chillones y melódicos, en contraste con su voz de pecho que hacía en coros.

El más joven de todos era el bajista, que mantenía unida la mezcla de sonidos en una grave sustancia viscosa y envolvente. Era como si cobijara los acordes y percusiones de sus compañeros con una suave pero notoria caricia.






Big Band Jazz México


Así como su nombre, su presentación fue grande. 


Uno por uno fueron subiendo los integrantes de la Big Band, saxofones, trombones, trompetas, batería, contrabajo, piano eléctrico y percusiones fueron los bloques de la masiva construcción, dirigida por Ernesto Ramos

El mencionado director fue instrumento de la energía de las ondas sonoras que recorrían su cuerpo de pies a cabeza. Con mucho agradecimiento al público y organizadores y mucho orgullo de su equipo de trabajo, hizo de la tarde un portal al fantástico y surreal mundo del jazz. 

Pasando por temas más sumergidos en el swing, Rodolfo Loeza acompañó a la Big Band en tres temas, llevándonos a una mini travesía por los años veintes.

En seguida subió al escenario la mexicana Fela Domínguez, que entró con la majestuosa y desgarradora Cry Me a River. Bajaron el ritmo de la presentación con el tema Volverás, el cual pareció sincronizado con los colores que se pintaron en el cielo: combinando con el atardecer del escenario. Flea Domínguez dejó con el corazón en los labios a todos los asistentes, con sus virtuosos cantos que atacaban precisas las notas dentro de su amplio registro vocal. Pero sobre todo, lo que conquistó a los más de mil participantes, fue su entrega, su manera de dejar la voz y algo más en la tela del micrófono.





Gary Burton Quartet


Gary Burton llegó, cuando la tarde alcanzaba su apogeo. 


El cielo ya estaba oscuro y los faros de la explanada ponían en un ambiente cálido a los hipnotizados participantes. Las luces del escenario contrastaban con sus colores azul y morado eléctrico, dando entrada a la metamorfosis de los temas. 

El tan peculiar sonido del Gary Burton de inmediato captó la atención de los familiarizados y los no tan familiarizados con el vibráfono. Su timbre líquido combinaba a la perfección -hasta el punto de casi perderse- con la especialmente ecualizada guitarra de Julian Lage. En una danza cual aceite y agua se movían entre solo y solo ambos sonidos, siempre respaldados por el constante contrabajo y la dinámica batería. 

Los temas variaron de producciones discográficas y autores, haciendo del repertorio una travesía rica y versátil. 

Bajo la luz, las siluetas de los músicos y de los receptores de su talento se veían igual, en el fondo tenían una conversación: de instrumento a instrumento y de palmas a instrumento. Por un momento ellos, nosotros entendimos lo que las cuerdas, los golpes y pulsaciones decían en la noche del sábado cinco de julio.


sábado, 5 de julio de 2014

Tónica Jazz Fest presenta: Charla comunitaria con Ernesto Ramos

No haces música hasta que entiendes la mirada de tu baterista, de tu pianista... Y juntos saben armonizar, crear algo nuevo.


Humildad fue la palabra clave de la charla que dio Ernesto Ramos el 4 de julio en el Centro Cultural Santa Cecilia, para dos decenas de alumnos de música. 

Con su saxofón en la mano, platicó algunas de las anécdotas que lo han llevado a formar parte de la Big Band Jazz de México.


Jóvenes preparatorianos de la zona fueron el objetivo de Ernesto Ramos, recibiendo consejos y palabras de ánimo por parte del músico. Les fue expresada la paciencia con la que se deben dirigir a la música: "el tiempo que le dediquen al estudio, a la práctica, la música se los va a devolver duplicado" fueron las palabras del también director de orquesta.

Con mucha atención y ternura en los ojos, los asistentes escuchamos el relato de la vez que Ernesto Ramos se encontró con un niño fuera del recinto donde iba a tocar esa noche. Éste le preguntó al multinstrumentista a cuánto estaba el boleto, ya que quería revisar si con el dinero que dejaban los chicles y dulces que vendía podía comprar un pase para él, su hermano menor y su mamá. A lo que Ernesto contestó, con un gesto de humildad, que no serían necesarios los boletos si entraban con él. 

Con esta anécdota, Ernesto Ramos les recordó a los próximos músicos lo importante que era respetar y agradecer al público a todo momento: son ellos quienes te dan de comer y para quienes haces lo que haces.


Mencionada la percepción del arte, el músico defeño no olvidó decir la importancia de la otra fuente de éxito (aparte de la práctica): las vivencias personales. Si plasmas todo lo que en ese momento sientes, como manera de canalizar tus sentimientos en la música, nunca tocarás la misma canción dos veces. Es dejar tu marca en las ondas sonoras, tu timbre, tu huella.

Fue fascinante la manera en que los asistentes se conectaron con Ernesto Ramos y la manera en que él los hizo sentirse en una charla entre amigos.

Finalmente, antes de su sesión de preguntas, les rogó que recordaran esa charla con la siguiente frase:

"La música no sirve para ser mejor músicosino para ser mejor persona."




Gato Negro: un refugio en el corazón de Guadalajara

Después de seguir en Twitter (me reconozco adicta a dicha red social) por mucho tiempo la cuenta de Gato Negro y de pasar frecuentemente por su localidad, por fin me hice la tarea de asistir un día lluvioso a su cobijo.

Sabía de su menú variado y accesible, de sus noches de proyección cinematográfica y su buen gusto musical. Sin embargo, me sorprendió lo acogedor que es el lugar: no sólo desde la pintoresca fachada que invita a tomarse una pausa en la rutina diaria, sino en sus múltiples secciones iluminadas por luz cálida y la excelente elección de adornos.


De inmediato tomé mi lugar en donde se estaba proyectando Walk the Line, película biográfica del fallecido Johnny Cash. Pedí un café latte y me dispuse a escribir mi buena impresión y deseos de volver al recinto.

Invito a todos los que han llegado a este portal a visitar Gato Negro, ubicado en Robles Gil 59, entre Vallarta y Pedro Moreno.

Vayan a olvidarse un ratito del ruido de fuera y déjense consentir con sus comidas corridas diarias a 75 pesos, un rico café o una charla a media semana.

(Les debo la foto del lugar: mi promesa de volver.)