domingo, 6 de julio de 2014

Fiesta del Jazz -Primer Día, Primera Parte

Después de veintisiete minutos de retraso con respecto a la programación anunciada. Después de la aglomeración de decenas y decenas de personas que por diversos juegos del destino terminaron en la explanada del Instituto Cultural Cabañas guiados por su curiosidad para descubrir lo que sería una noche de jazz y algunas de sus ramas.

La velada se dividió en tres presentaciones: todas profundas en su género y con su encanto propio.


Bad Boy Blues Band



Fue la primera banda en tocar el escenario. La agrupación, que llevaba dos meses conformada como tal, contaba de tres músicos: un vocalista, un guitarrista y un contrabajista. 

El vocalista te llevaba a un Nueva Orleans del pasado con su voz grave y rasposa, con el ardor del alcohol dándole el tono destacado del blues. Tocaba al mismo tiempo un artefacto extraño compuesto de una tabla de lavandero que raspaba con sus manos cubiertas de dedales para coser. 

El guitarrista arrastraba con él su tanque de oxígeno al lado de su amplificador. Sus acompañamientos eran comprimidos y hacían, junto con el bajo, que el pecho retumbara. Sus solos eran chillones y melódicos, en contraste con su voz de pecho que hacía en coros.

El más joven de todos era el bajista, que mantenía unida la mezcla de sonidos en una grave sustancia viscosa y envolvente. Era como si cobijara los acordes y percusiones de sus compañeros con una suave pero notoria caricia.






Big Band Jazz México


Así como su nombre, su presentación fue grande. 


Uno por uno fueron subiendo los integrantes de la Big Band, saxofones, trombones, trompetas, batería, contrabajo, piano eléctrico y percusiones fueron los bloques de la masiva construcción, dirigida por Ernesto Ramos

El mencionado director fue instrumento de la energía de las ondas sonoras que recorrían su cuerpo de pies a cabeza. Con mucho agradecimiento al público y organizadores y mucho orgullo de su equipo de trabajo, hizo de la tarde un portal al fantástico y surreal mundo del jazz. 

Pasando por temas más sumergidos en el swing, Rodolfo Loeza acompañó a la Big Band en tres temas, llevándonos a una mini travesía por los años veintes.

En seguida subió al escenario la mexicana Fela Domínguez, que entró con la majestuosa y desgarradora Cry Me a River. Bajaron el ritmo de la presentación con el tema Volverás, el cual pareció sincronizado con los colores que se pintaron en el cielo: combinando con el atardecer del escenario. Flea Domínguez dejó con el corazón en los labios a todos los asistentes, con sus virtuosos cantos que atacaban precisas las notas dentro de su amplio registro vocal. Pero sobre todo, lo que conquistó a los más de mil participantes, fue su entrega, su manera de dejar la voz y algo más en la tela del micrófono.





Gary Burton Quartet


Gary Burton llegó, cuando la tarde alcanzaba su apogeo. 


El cielo ya estaba oscuro y los faros de la explanada ponían en un ambiente cálido a los hipnotizados participantes. Las luces del escenario contrastaban con sus colores azul y morado eléctrico, dando entrada a la metamorfosis de los temas. 

El tan peculiar sonido del Gary Burton de inmediato captó la atención de los familiarizados y los no tan familiarizados con el vibráfono. Su timbre líquido combinaba a la perfección -hasta el punto de casi perderse- con la especialmente ecualizada guitarra de Julian Lage. En una danza cual aceite y agua se movían entre solo y solo ambos sonidos, siempre respaldados por el constante contrabajo y la dinámica batería. 

Los temas variaron de producciones discográficas y autores, haciendo del repertorio una travesía rica y versátil. 

Bajo la luz, las siluetas de los músicos y de los receptores de su talento se veían igual, en el fondo tenían una conversación: de instrumento a instrumento y de palmas a instrumento. Por un momento ellos, nosotros entendimos lo que las cuerdas, los golpes y pulsaciones decían en la noche del sábado cinco de julio.


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