La compañía de circo contemporáneo con más de 7 años desde su formación, Cirko Alebrije, presentó el montaje con el que se van de gira a Cuba. Monoto-Día es un show que combina acrobacia de piso, pulsadas, mástil chino volante, esfera volante, aro aéreo, parada de mano en cubos, clown y salto de cuerdas.
El estreno del montaje fue dentro del marco del Festival Periplo 2014, y ahora la compañía lo lleva al Foro LARVA con la intención de de mostrar el circo contemporáneo local y recaudar fondos para su gira en Cuba.
El segundo acto fue grupal y tomó lugar en donde todos esperaban el camión, con un mástil chino volante que asemejaba el poste de la parada de autobús. Uno a uno escalaban sobre el dinámico tubo y se contorsionaban sobre él. Las acrobacias desde el escenario y los aplausos de asombro desde las butacas chocaron mientras el equipo de Cirko Alebrije sonreía desde el aire a los expectadores.
Cuando todos dejaron las tarimas, una pareja fue lo único que quedó bajo la tenue luz en el escenario. Mientras se hablaban con movimientos sincronizados, la esfera aérea bajó para iniciar el acto más íntimo de la noche. Alejandra Moncayo y Jorge Guerrero llevaron a cabo una coreografía romántica a metros del piso. De un extremo a otro de la estructura metálica se tomaban de las manos para después alejarse otra vez, dejándose caer con sólo la tela -parte de la esfera- como seguro.
Entre abrazos y resistencias, hicieron nudos con sus cuerpos, desatándolos en el aire y sosteniéndose entre sí. Terminaron separándose, con la luz bajando poco a poco hasta quedar a oscuras.
Antes de seguir con las acrobacias, Mireya Guzmán -artista clown invitada- bromeaba con el público. Ella era el personaje principal, que pasaba de su silenciosa y aburrida jornada laboral al asombroso mundo de las acrobacias de un momento a otro. Entre sus apariciones, amenazó al público con colgarse de una soga y saltar a un precipicio: cansada de la monotonía de sus días grises. Después de ser convencida de no hacerlo, dio pie al elenco de la compañía tapatía para que ellos hicieran algo mucho más creativo con las cuerdas.
Entre los siete que estaban en escena se turnaron para pasar a través de una, dos, y por último, tres cuerdas con saltos, giros en el aire y carretillas en parejas.
El penúltimo montaje fue un emotivo número de aro aéreo. Con los reflectores derramando la suave luz sobre su cuerpo, el arealista recorrió el aire doblando su cuerpo herméticamente alrededor del circular objeto. En el balanceo que llevaba, se hacía uno con su instrumento, subiendo y bajando mientras la música sonaba.
Para cerrar la noche, siete de los circenses realizaron una coreografía de mano a mano, subiendo los unos a otros y formando figuras de más de un piso con sus flexibles cuerpos. En parejas, tríos o solitario, los cuerpos se doblaron de derecha a izquierda y de regreso sobre las tarimas que formaban el escenario.
Muy contentos, se asomaron por los huecos de los cubos ya utilizados en números previos para despedir al público. La familia Alebrije se unió en una escultura viva como posando para una foto de recuerdo de la noche en Guadalajara.
Como mencionado previamente, ésta fue la despedida de la trabajadora compañía antes de partir a la isla Caribeña a compartir su talento.
El circo contemporáneo está en una etapa de transición en México. Se encuentra en el momento de conflicto de llevar sus actos a escenarios con taquilla poco demandada, busca allegarse a artes escénicas más consolidadas como el teatro o la música. La metamorfosis -que ya ha tenido lugar en otros países como Canadá o España- que va de entretenimiento a arte escénica a los ojos de los consumidores es dura. Deben pasar por funciones lejos de estar llenas antes de poder abarrotar recintos, como seguramente lo harán en Cuba y otros países.
Sin embargo, es una lucha que alguien debe pelear, peleémosla juntos, apoyemos el arte local, el arte en evolución y constante lucha. Apoyemos el circo tapatío.
ÁLBUM DE FOTOS
Entre abrazos y resistencias, hicieron nudos con sus cuerpos, desatándolos en el aire y sosteniéndose entre sí. Terminaron separándose, con la luz bajando poco a poco hasta quedar a oscuras.
Antes de seguir con las acrobacias, Mireya Guzmán -artista clown invitada- bromeaba con el público. Ella era el personaje principal, que pasaba de su silenciosa y aburrida jornada laboral al asombroso mundo de las acrobacias de un momento a otro. Entre sus apariciones, amenazó al público con colgarse de una soga y saltar a un precipicio: cansada de la monotonía de sus días grises. Después de ser convencida de no hacerlo, dio pie al elenco de la compañía tapatía para que ellos hicieran algo mucho más creativo con las cuerdas.
Entre los siete que estaban en escena se turnaron para pasar a través de una, dos, y por último, tres cuerdas con saltos, giros en el aire y carretillas en parejas.
El penúltimo montaje fue un emotivo número de aro aéreo. Con los reflectores derramando la suave luz sobre su cuerpo, el arealista recorrió el aire doblando su cuerpo herméticamente alrededor del circular objeto. En el balanceo que llevaba, se hacía uno con su instrumento, subiendo y bajando mientras la música sonaba.
Para cerrar la noche, siete de los circenses realizaron una coreografía de mano a mano, subiendo los unos a otros y formando figuras de más de un piso con sus flexibles cuerpos. En parejas, tríos o solitario, los cuerpos se doblaron de derecha a izquierda y de regreso sobre las tarimas que formaban el escenario.
Muy contentos, se asomaron por los huecos de los cubos ya utilizados en números previos para despedir al público. La familia Alebrije se unió en una escultura viva como posando para una foto de recuerdo de la noche en Guadalajara.
Como mencionado previamente, ésta fue la despedida de la trabajadora compañía antes de partir a la isla Caribeña a compartir su talento.
Sin embargo, es una lucha que alguien debe pelear, peleémosla juntos, apoyemos el arte local, el arte en evolución y constante lucha. Apoyemos el circo tapatío.
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