La obra tuvo la sonorización de la OFUNAM, con la dirección de Dimitri Liss. Al mismo tiempo que la historia era narrada por el literato, actor y cantante Luis Miguel Lombana. Durante el primero de dos actos, la atención del espectador debía dividirse entre elementos auditivos, como la narración y la interpretación de las famosas obras por violines, trombones y chelos; y elementos visuales, aportados por el talentoso pintor y artista Arturo López "Pío", con su seguimiento a la historia por medio de proyecciones de dibujos que acompañaban música y narración en paralelo.
Arturo López "Pío", con su técnica autodidacta e innovadora de pintar sobre la luz con tinta china, arena y agua, fue ilustrando las historias que Lombana contaba y que Liss orquestaba. La experiencia más parecida a ella es una ida al cine, pero aún ahí se pierde la magia y el descubrimiento de ser testigos del proceso de creación de la obra: la transformación que adquieren los personajes en el transcurso del tiempo dentro de la historia. Añadiendo agua, tinta o aire, los paisajes que Pío ilustraba y se proyectaban en una pantalla al fondo, adquirían movimiento y vida; así como el cascanueces -con la magia de una ilusión- se convirtió en humano.
Los paisajes que Pío ilustraba y se proyectaban en una pantalla al fondo, adquirían movimiento y vida; así como el cascanueces -con la magia de una ilusión- se convirtió en humano.
Las obras más conocidas de El Cascanueces, de Piotr Tchaikovsky fueron interpretadas por la orquesta que, con sus suaves melodías llenaron la sala Nezahualcóyotl.
Las arpas, que suspenden el tiempo y lo mantienen en el aire, daban entrada a un mundo fantástico fuera de la realidad que ataba a cada espectador a su pupitre. Con violines y chelos se tensaban los músculos al estar dentro de la búsqueda del bambú dorado que se proyectaba desde la mesa de trabajo de Pío en la Danza China.
Con la dinámica de la luz proyectada y los bailarines en el escenario, se jugó con ilusiones ópticas que hacían que Olivia quedara aprisionada dentro de una burbuja de agua, que Cascanueces -ya convertido en humano- tomara sobre sus manos oscuras, de sombra, un sable para entregar al hada de azúcar.
Así, entre luces y sombras, el Cascanueces y Olivia pudieron cumplir su sueño, guiados por la voz de Lombona y atraídos por la orquestación de Dmitri Liss. Una ilusión que atacó a todos los sentidos, luz, música, danza, tinta, voz.
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