sábado, 19 de marzo de 2016

El Ensordecedor Sonido de la Muerte

Texto: Lucía Quintero
Fotografía: Nidia Beltrán


Viernes 18 de Marzo, 8:12 pm y el Foro LARVA lleno. Desfilando por sus bancas personalidades de todo tipo que esperaban una propuesta diferente pero puedo asegurar que nadie estaba preparado para encontrarse con lo que se vivió anoche. 



Una muestra de danza BUTOH, originaria de Japón, que involucra tanto control del cuerpo y armonía como la transmisión de emociones de una forma impresionante. Raimundo Estay, María Belén Espinosa y Natalia Cuéllar condujeron a la audiencia a un estado de dolor desgarrador; con sus cuerpos formaban esculturas perfectas y equilibradas, sin una sola prenda encima logran hacer nuestras las heridas que consideramos ajenas, hasta hoy.

En un principio pareciera que no existe estructura en la danza, coherencia ni coreografía pero lo que expresan los cuerpos enteramente desnudos no se compara con ninguna danza, sólo es eso: el alma saliendo del cuerpo para decir algo que se ha callado durante mucho tiempo; y es que la muerte desnuda, te hace vulnerable, pequeño. 



Los cuerpos quebrados combinaron penumbra, poesía, miedo, nostalgia y reencuentro. A manera de diario suena como fondo un testimonio que lastima, que entristece, que mata. La música que dirige a la danza, lenta y conmovedora, remite a la violencia vivida detrás de la muerte, de la desaparición. 

Presentándose como una protesta social e indignación por las desapariciones y asesinatos en Chile, México y Latinoamérica en general, esta compañía llamada “Ruta de la memoria” hace honor a su nombre reviviendo cualquier pérdida y haciendo nuestra la suya. 



Quien ha perdido a alguien sabe que la muerte, cuando es violenta, deforma y al mismo tiempo transforma; como parte de activismo social se pretende transformar la memoria de quienes asistan para que, como dijo Natalia en la entrevista “Sea poco más difícil que vuelva a pasar” 




En lo personal, definiría la experiencia como desgarradora, hace mucho sentido para mí ver tantas prendas tiradas, en búsqueda de un ser querido, y luego la resignación de toda muerte junto con la impotencia de estar aquí, vivo. 

Es un buen momento en México para solidarizarse con otras naciones y darse cuenta que el dolor, como lo expresan en el escenario y con sólo sus cuerpos, es ensordecedor y que ya es justo escuchar un poco de paz.




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