El miércoles 18 de noviembre Micro Teatro Guadalajara, en unión con tres compañías de circo y entretenimiento de la ciudad, celebró su primer aniversario con una función triple de obras de circo de pequeño formato.
En un periodo un
poco más largo de una hora, los asistentes al evento se dividieron en tres
grupos para ir por separado a las tres obras dentro de la casa de Micro Teatro.
La recepción se llenó con público variado que rápidamente entró en buen humor con los tres
presentadores que actuarían como guías entre una función y otra.
Una carismática aeromoza fue quien llevó al primer grupo a la función preparada por la compañía de
Clown: Claunódromo. En la terraza más alta del edificio donde se encuentra el Micro Teatro, una pareja se caracterizó con una cama en medio
y un inicio que en el que ambos llegaban fatigados a descansar, los dos amigos
se trasladaron rápidamente al mundo de los sueños donde vivieron todo tipo de
aventuras.
Entre sus hazañas manejaban un avión, un coche una motocicleta... Después fueron agentes de un robo, en el que se acercaron a la audiencia para sacar las risas que no habían sonado ya. Todo esto lo hicieron con ninguna otra escenografía más que
nuestra imaginación. Sus cuerpos personificaban acción y reacción de sus
ocurrencias y apenas movían un dedo, hacían carcajear a la audiencia.
Para el segundo
episodio, una monje budista fue la guía espiritual de los poco menos de diez
asistentes dentro de ese grupo. Con mucha paz y luz se dirigió a otra terraza
dentro de Micro Teatro para
posicionar al público en unas sillas que rodeaban una mesa.
Momentos después Javier Natera, mago perteneciente a la compañía Rabbit Magic, tomó lugar bajo la única luz del lugar y se adueñó de la bajara que lo esperaba sobre el mantel negro.
En una decena de
actos dejó atónitos a quienes no podían dar crédito al engaño que le jugaban
sus ojos. La aparición y desaparición, adivinación y confusión con cartas de
baraja hizo que las carcajadas previas se convirtieran en miradas de asombro y
peticiones de repetición de procedimiento. Como si fuera algo que no requiere
esfuerzo alguno, el mago llevaba las cartas de arriba a abajo y las fusionaba
con sus manos.
Ya en el último
acto, un explorador fue quien llevó al grupo a presenciar el final de la noche.
Con un humor simple y serio ala vez, el explorador hizo que salieran lágrimas
de risa de quienes lo acompañaban. Sus actos de clown y presentador fueron
aplaudidos por quienes se habían reído ya bastante esa tarde.
El último acto fue el de la compañía de circo tapatía, Fuocodi Strada. Parecía que no había más que pudiera sorprender a la audiencia que se postraba ya sentada en la tercera terraza de Micro Teatro. Pero eso sería subestimar la disciplina de los integrantes que llevarían a escena un acto de malabares, poi y contact.
Dos hombres y dos
mujeres saltaron –literalmente- el muro que los separaba de la gente para armar
tres diferentes coreografías. La primera fue de malabares, la segunda de
contact, la bola de silicón, y la tercera de poi, con los extremos prendidos en
fuego.
Aunque la atmósfera
que rodeaba cada coreografía era distinta: más romántica, de juego o de reto,
los tres performances transmitieron emoción y asombro a través de los
movimientos corporales de los integrantes de Fuoco di Strada.
Con estas tres
funciones Micro Teatro mostró una
nueva forma de ver circo, así como lo ha hecho ya por un año entero con el
teatro. La propuesta de Micro Teatro se trata de ver obras de corto formato (15
minutos) en un espacio reducido (15mts^2). Con esta innovadora manera de asistir
al teatro, resulta breve y de un impacto único el acercamiento a una sección de
la industria teatral: actores y directores, artistas tan cerca del público que
lo absorben; lo integran en una misma masa dentro del performance.
El evento recordó a los asistentes lo cercano que están -dentro de las artes escénicas- el teatro y el circo. Con un puente construido en el teatro físico (como salida del teatro) y el clown (como entrada al circo). La expresión corporal que se mezclan en estas dos artes, transmiten la emoción necesaria para el involucramiento del público y -así- un medio de comunicación entre artista y audiencia.
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