domingo, 13 de marzo de 2016

Cada Noche, una Obra Diferente

Texto y fotos: Nidia Beltrán

La Gravedad del Silencio es una obra de Teatro Físico que explora la infinidad de posibilidades de una hoja en blanco: la improvisación y el lenguaje corporal son las herramientas para ofrecer una propuesta fresca e innovadora al público



El Instituto de Bellas Artes de San Miguel de Allende acogió en una de las salas que rodean su arbolado patio, a la compañía Traslapo TeatroDentro de su segunda temporada, Traslapo Teatro presentó su obra "La Gravedad del Silencio" en el festival Fringe, en San Miguel de Allende.


Pasando las 7pm, los pronto espectadores pudieron ingresar a la sala para encontrarse a un cuervo pianista frente al escenario, como gárgola: inerte, inmóvil.



Del silencio que precede a una obra de teatro, una voz femenina fue creciendo en volumen y atención del público. Hablaba de la inmersión del cuerpo y alma cuando nos dejamos sumergir en el teatro; la música; la cocina; la redacción. En esa apasionada explicación de las actividades en las que encontramos una conexión espiritual, del público emergió el cuerpo de esa voz.

Hablaba de la posibilidad infinita de un escenario a oscuras: como una hoja en blanco. Con una forma de meta-teatro [la sensación de una obra de teatro dentro de otra], la actriz principal era la escritora de su personaje. Así fue creando su historia, construyendo un acompañante que salió del público. El proceso de una creación artística en vivo.

La trama hablaba de la convivencia de una pareja: su encuentro primero, el desarrollo y evolución de la relación: el surgimiento de cariño, de dependencia. Poco a poco se fue erosionando, como se erosionan las cosas: robándonos los recuerdos para convertir la realidad en algo que ya somos incapaces de reconocer. Tomando roles de empoderad@ y manipulad@, se fueron destruyendo mutuamente, a partir de la alimentarse de ellos mismos: para bien y para mal. Despojándose de uno mismo en búsqueda de algo que no es amor.













En esta desesperación: el bloqueo creativo. Salimos de la historia para ver a la escritora frustrada, en una fantasía que dejó de ser placentera, que se volvió demasiado.... real. Pararse frente a una pared hermética, que sin darse cuenta la tenía rodeada.

Todo esto en mayormente expresiones corporales: la fortaleza del lenguaje no verbal se dio lugar entre acrobacias y golpes al vacío. Diferentes energías provenientes del golpeteo al piso, o de posesiones en el aire hacían de los actores sus marionetas, levantándolos, poniéndolos en contra del otro, huyendo: esas urgencias que se sienten de hacer algo, de rechazar a quien nos amó, de buscar a quien nos lastimó; esas energías se hacían palpables en el escenario, que era testigo de una obra que no se repetirá jamás.




Una pieza de arte completamente sensorial: con un manejo espontáneo de las luces y sombras, música improvisada en torno a los estados anímicos que daban la trama y la reacción del público, e incluso olores: del jardín que imaginaba Areia, jardín que el cuervo avivaba con su canto.

Si de por sí las artes escénicas son impetuosas por re-crearse en ese momento: como la interpretación de una pieza musical, de un guión de teatro, de un ensayo de movimientos dancísticos... La Gravedad del Silencio ofrece formar parte de la atmósfera que moldea la puesta en escena. Cada función, una obra diferente. El estado anímico de los participantes, la interacción del público, hacen que -sobre una estructura talante- se desarrolle una creación que enfrente a la realidad.




A fin de cuentas, todo -el recuerdo- es eco de lo que fue.



Dirección: 
Roberto Eslava

Creación Escénica:
Xana Sousa y Jorge Chávez

Cuervo Pianista y Composición Musical: 
Pedro Beltrán



Álbum de Fotos


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