Columnista: Ricardo Robles
Aquí no hay rastro ni horizonte
sólo hay azar y vértigo.
Cruces
tropiezos
existencias flotantes
apenas una fracción de segundo
para olvidar un rostro.
(Leer la historia de muchos años
en el breve intervalo
de una mirada.”
Edgar Alan Poe)
Luigi Amara
Hora: 14:41
Lugar: A dos cuadras del café donde me acostumbro sentar a trabajar
Cargando: Mochila llena
Estimaba para ese martes pasar una rica tarde de revisar correos y editar fotos. Cuando bajaba por Av. México me saboreaba mi expreso americano hirviendo, incluso estaba dispuesto a pagar por uno de esos panquesitos carísimos. Llevaba muy buen tiempo y a buena hora. Viento a babor, y mi Magistronni roja, media carrera, modelo 1991, trabajando parejito. Cero rechinidos y frenos recién ajustados. Fluía bien, manejo limpio; a buen ritmo, fluido; determinado, seguro.
Doy vuelta en Chapultepec. Termina Catch Me (del disco Pheromones de los extintos Animal Alpha) Tengo la sensación de llegar a tierra, lo que queda es irse con el vuelito poco a poco hasta llegar. Me relajo. Soy dueño de mi trayecto. Chapu siempre es muy transitada, pero tranquila. El transporte no motorizado es la cosa más común aquí: bicicletas, gente a pie, patinetas, patines, monociclos. Comienza Les Jours Tristes (del Le Fabuleux Destin d’Amélie Poulain, de Yan Tiersenn). Me da risa. Me siento bien. Pienso que estoy haciendo algo demasiado hípster, que la supuesta sensibilidad de los hípsters no es más que la repetición obstinada de las mañas de Amélie. Con toda su fotografía y su asociación libre: del tianguis a París y de ahí al recuerdo de la niñez, luego a la fantasía adolescente casi olvidada; de la mosca a los granos de café, a la tetera, a mi nombre escrito en la manga de corrugado para mi bebida. Hago geta. Reniego: quiero decir que yo la vi primero, que yo me enamoré de ella primero, que después de ella no me sentí solo en mis manías, mis perversiones. Que vi –o imagino que veo– la vida de forma distinta, de manera particular. Que después de ella me así de mi camarita para grabar algo de mi subjetividad y mezclarla de palabras entrelíneas. Se me vienen un montón de imágenes y la sensación de flotar que dan cualquier película con música instrumental y bicicletas. El semáforo está en amarillo. Calculo que para cuando llegue a la esquina se habrá puesto el rojo. Ya no hago por pedalear. Veo media cabeza. Quiero decir algo, pienso que mejor debo gritar. El eeit se me quedó pegado en el paladar. Jalo hasta arriba los frenos y volanteo. Impacto. Floto. Voy de cabeza. Caigo casi de espaldas. Quedo tendido en la calle. Me quejo. Volteo a mi izquierda. Un niño me mira tendido en la calle como yo. Me doy cuenta de que he atropellado a un niño, un niño de unos diez años. Me pregunto de donde salió con el ceño fruncido. El niño con la misma cara en el pavimento me pregunta si estoy bien. Digo que sí. ¿Tú? Pregunto. Sí, contesta. Un hombre me ayuda a levantarme, doy un paso atrás y jalo mi bicicleta. El niño se sube a la banqueta. Mi bici parece un Dalí: las ruedas no giran y dejo la marca de las llantas en la banqueta. Me lamento. A mi lado está el niño con una mano en la cabeza. Me quito el casco. No quiero ver al niño. Lo veo. Miro sus zapatos ortopédicos, su uniforme escolar. Huele a primaria. No le veo heridas, no hay descalabrada, está de pie. Agradezco al tipo que me ayudó. El niño ya no está. Me quedo en la esquina mirando a mis pies, sin moverme miro la bicicleta. La pateo. Me duele la pierna. Mi pantalón está roto a la altura de la rodilla. Me siento embotado. Me echo la bicicleta a la espalda y comienzo a caminar. Pasa una compañera de trabajo en su coche y me saluda muy contenta. Respondo el saludo. Me pesa demasiado, me duele la pierna, la cabeza. Cojeo. Bajo la bicicleta y la vuelvo a patear con el mismo coraje pero ahora con decepción. En el poste de luz frente al café, la encadené. Me metí al café. Pedí lo de siempre. Me senté, saqué la computadora; encendió. Me pasé un paracetamol de 500mg con el primer trago de café, con eso me quité los dolores de las primeras horas. Hice el recuento de los daños: me revisé brazos, piernas, me tocaba la cara. Me pregunto qué fue lo que pasó. Me respondo: Acabo de atropellar a un niño y mi bici está destruida.
¿A dónde fue el niño? ¿Dónde estaba su mamá? Estaba muy molesto con ese niño. Recordé que mi molestia empezó desde que vi su cabeza, desde que no pude ni frenar ni decir pío. Pero no le dije nada, una compasión extraña me envolvió y mis pensamientos se dirigieron a otros lados. El niño estaba tan calmado y tan sorprendido porque no me vio, no esperaba mi golpe. Creo que ese niño era yo mismo. Me atropellé a mí mismo. Repasé en mi cabeza: sus zapatos ortopédicos, su uniforme escolar, su su olor a primaria era el aroma de mi primaria. Soy mi yo del futuro para ese niño y ese niño es mi yo del pasado. La línea fugaz del presente unió ambos tiempos para que fuese yo mismo quien me atropellara (y no un automóvil), para que no arremetiera contra mi propia estupidez. Ese era yo: pidiendo disculpas, no queriendo dar molestias, avergonzado; yo caminando despreocupado, mirando siempre en dirección equivocada, hundido en mis pensamientos. Yo, reflexionando la nimiedad, inocentemente queriendo doblar las leyes, construyendo explicaciones en la magia y la fantasía.
A los diez días mi bici desapareció de aquel poste en donde la encadené. La dejé morir lentamente. Al pasar por ahí, ni la quería voltear a ver. No tenía manera de llevarla hasta mi casa, imposible cargarla hasta allá. No se me ocurrió pedir ayuda. Aunque la hubiera llevado al taller, no tenía dinero para repararla. La odié hasta que pude ver en ella el vehículo mágico que me hiciera posible coincidir.
Excelente crónica... Realmente me atrapaste! Estuve contigo allí a tu lado... Te felicitó porque el trabajo que haces es profesional, tienes la chispa y magia para atraparnos. La foto es genial! Un escritor y artista muy completo. Disfruté mucho cada renglón escrito. Mis felicitaciones!! Eres un exito!
ResponderBorrarExcelente crónica... Realmente me atrapaste! Estuve contigo allí a tu lado... Te felicitó porque el trabajo que haces es profesional, tienes la chispa y magia para atraparnos. La foto es genial! Un escritor y artista muy completo. Disfruté mucho cada renglón escrito. Mis felicitaciones!! Eres un exito!
ResponderBorrarAijo, qué barbaridad! Chasgracias...
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ResponderBorrarMi estimado Rikis no dejes de escribirnos esas crónicas peatonales que son el reflejo de lo que muchos tapatíos pasamos cada dia. Excelente trabajo.
ResponderBorrarSaludos.
Chasgracias. Es parte de nosotros.
BorrarChasgracias. Es parte de nosotros.
BorrarEs una delicia, poder disfrutar de momentos y lugares, que pudieran parecerme tan familiares,pero se vuelven mágicamente en una "película", con ganas de final feliz.Gracias por escribir :)
ResponderBorrarLos golpes de realidad también son fantásticos. Chasgracias por tu comentario.
BorrarBuenaza, magistral regreso!
ResponderBorrarChasgracias.
BorrarMuy interesante narración, que me lleva de -la mano?- más bien en bicicleta, paseando por esas calles; me atrapa desde el principio, al sentir que lo acompaño en el recorrido... Y va abriendo paréntesis de introspección, reflexiones que se le vienen, sobre todo después de ese evento, el accidente, que lo lleva a tomar esa decisión analizada hacia su contexto y situación. Interesante!
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